domingo, 22 de abril de 2012

ESCUELA DE LOS ANNALES


La escuela de los Annales se formó en Francia a partir de la publicación de la revista «Annales de Historia Económica y Social» en 1929. Su modelo histórico supone un giro copernicano en la Historiografía. Los fundadores de la revista fueron Marc Bloch (1886-1944) y Lucien Febvre (1878-1956). La escuela de los Annales ataca los fundamentos de la escuela positiva, y tiene un claro compromiso social. No es una escuela marxista, aunque sí utiliza el materialismo histórico. Con el tiempo, esta influencia es hace más débil. En 1946 la revista se llamará «Annales. Economías. Sociedades. Civilizaciones». Todo en plural, porque todos los hechos se enlazan y forman las civilizaciones, que no son las de Toynbee. Pero, además, la escuela de los Annales tiene claras influencias de la Geografía y la Sociología.
     La escuela de los Annales tratará de comprender y explicar el pasado de cada pueblo en todas sus dimensiones, cómo ocurrió lo que ocurrió y por qué, para lo que utilizarán todas lasciencias auxiliares que les sirvan en su tarea. De esta manera, rompen el estrecho margen de la especialización.
     La Sociología será, siguiendo a Durkheim, una realidad histórica autónoma que trascendía a los individuos, poseía sus propias leyes y que había que estudiar a través de los hechos positivos. Fue Hendir Berr quien propuso la incorporación de la sociología en el estudio de la historia.
     La Geografía, sobre todo la geografía humana de Vidal de la Blache, es otra de las grandes influencias. El marco natural se vuelve relevante, ya que en él están impresos los cambios que las sociedades han hecho en el medio. El paisaje es una creación histórica del hombre.
     También utilizaron los métodos estadísticos, económicos y de cualquier otra ciencia, que les sirviese. La economía y la sociedad pasaron a ser el objeto de estudio de la Historia, por encima del Estado, las instituciones, los personajes y las guerras. Estas cosas pasan a tener un lugar secundario, ya que sólo explican la coyuntura. La escuela tiene un marcado espíritu crítico del capitalismo dominante, y lucha contra la historia política como la única válida.
     Se cambia el objeto de estudio, que pasa a ser el ser humano que vive en sociedad. Todas las manifestaciones históricas deben ser tratadas como una unidad, que sólo existe en la realidad social, en el tiempo y en el espacio. Las barreras cronológicas y espaciales se vuelven artificiosas. El estudio histórico debe centrarse en sociedades concretas, delimitadas en el espacio y en el tiempo.


LOSANNALES Y FERNAND BRAUDEL POR ADOLFO GILLY




(Historiador y escritor. Profesor emérito, facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM. Volumen 7, número 13, mayo-agosto, 2010, pp. 217-232)
 Hace más de cuarenta años, Fernand Braudel y la escuela historiográfica francesa de los Annales plantearon una vez más la urgencia de establecer relaciones interdisciplinarias en cuanto a temas de estudio y a métodos de investigación entre la historia y las ciencias sociales: ciencia política sociología, antropología, geografía.
* Este escrito fue presentado como conferencia en el seminario de doctorantes de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, en febrero de 2001. La exposición estuvo dirigida a profesores y estudiantes de ciencias políticas y sociales. La presente versión contiene algunas modificaciones para su publicación.
Al reflexionar sobre estos mismos temas veinte años después, Enrique Florescano (entre otros) volvió a plantear el problema en su contribución a Historia ¿para qué? (1980). Luego de referirse a la recepción entre nosotros de estas preocupaciones, señalaba que no se podía eludir la necesidad de "pasar por la construcción de una plataforma epistemológica que uniera los fines de las ciencias sociales con los de la historia", a falta de lo cual la apertura interdisciplinaria se reduciría "a un comercio de métodos y técnicas" (Florescano, 1980: 116-117).
Hoy, otros veinte años más tarde, con un creciente conocimiento acumulativo del pasado Histórico, de las ciencias sociales y del ser humano en particular, el tema de la insuficiente relación entre estas disciplinas en nuestros centros de enseñanza sigue en pie y a mi juicio, debe ser sujeto a nueva consideración.
La historia no puede ni pretende sustituir a la ciencia política, la sociología o la antropología en sus propias áreas de conocimiento.
Por el contrario, un conocimiento más detenido de su objeto de estudio —el pasado, territorio Común a todas las ciencias sociales— y de sus métodos de investigación y de prueba parece más necesario que nunca para dar la densidad del tiempo a estudios que concentrados en el presente o el pasado inmediato, el pasado-casi-presente del tiempo de nuestras vidas muchas veces quedan como si les faltara una tercera dimensión.
Lo explicaré también con palabras de Enrique Florescano:
Ocurre que el pasado, antes que memoria o conciencia histórica, es un proceso real que determina el presente con independencia de las imágenes que de ese pasado construyen los actores contemporáneos de la historia. Al revés de la interpretación del pasado, que opera desde el presente, la historia real modela el presente desde atrás, con toda la fuerza multiforme y prodigiosa de la totalidad de lo histórico: volcando sobre el presente la carga múltiple de las sedimentaciones acaecidas, trasmitiendo la herencia de las relaciones e interacciones del hombre con la naturaleza, prolongando fragmentos o estructuras completas de sistemas económicos y formas de organización social de otros tiempos, introduciendo en el presente las experiencias y conocimientos que de su obra ha ido acumulando el hombre en el pasado (Elorescano, 1980: 104).
Democracia, globalización, debilitamiento (o no) del Estado-nación, son palabras y temas actuales de la ciencia política. Sin embargo, en diferentes sociedades contemporáneas esas palabras tienen diferente densidad, carga histórica y hasta significado inmediato, aunque parezcan aludir a realidades específicas similares. Sin la precaución de indagar y precisar estas diferencias, esas palabras, en lugar de permitimos indagar cada realidad, simplemente sirven para enmascararla, desplazando la investigación a generadores polisémicas y no a objetos de estudio concretos. En esa indagación resulta imprescindible el apoyo de la historia.
En su editorial de noviembre-diciembre de 1989, "Tentons l'experience". Annales^ reiteraba su ambición de "establecer nuevos cimientos para el oficio de historiador y para el diálogo de la historia con las ciencias sociales" y señalaba que los investigadores, alejándose de los dos grandes modelos, el funcionalista y el estructuralista, se estaban orientando hacia análisis en términos de estrategias, que devuelven las memorias, los aprendizajes, las incertidumbres y las negociaciones al centro de la interacción social. Decía la revista:
Los objetos sociales no son cosas dotadas de propiedades sino, más bien, conjuntos de relaciones cambiantes dentro de configuraciones en adaptación constante. El intercambio económico en su forma más simple presupone una convención básica o un arbitraje previo entre convenciones alternativas. No todas estas convenciones corresponden a la esfera del equilibrio de mercado; algunas son producto de muy diferentes representaciones mentales y relaciones sociales y se entienden mejor en un marco temporal largo que cada operación económica reactualiza y, al mismo tiempo, socava (Revel y Hunt, 1995: 484-491).
Los estudios o representaciones de la globalización o incluso de los intercambios dentro de una realidad pluricultural y pluritemporal como México, que excluyan esta consideración elemental de la historia, estarían imponiendo a esa realidad un marco de análisis que, en lugar de dar cuenta de ella, borraría sus especificidades y con ellas su imagen misma.